Proposición interrogativa.
¿Conoces a Jesús realmente?
Desarrollo.
En la relación entre las personas, cuenta ante todo el conocimiento que da el amor. Conocer a alguien como persona es completamente distinto de conocer datos como su edad, fisonomía, profesión, etc. Conocer datos de una persona es reducirla a la calidad de objeto, el conocimiento de una madre a su hijo o de un enamorado a su amada es de otro orden. Por el amor la persona deja de ser objeto y se transforma en un Tú semejante al Yo. Es útil conocer datos sobre Jesús, cuando nació, como murió, que predicaba, milagros que hizo, etc. Pero lo que de veras interesa es el conocimiento propio del amor. Solo quien ama tiene experiencia de quién es el otro, y comparte su Ser. Entre quienes se aman se da la comunión; cada uno siente lo del otro como propio, y recordemos que eso es el Reino de los cielos; comunión con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, y en El comunión con los hermanos.
De acuerdo a esta definición del conocimiento, ¿como podemos darnos cuenta que conocemos al Señor Jesucristo?
En la oración, cuando contemplamos a nuestro amado, sin dedicarnos solo a pedir cosas, sino a estar con aquel a quien amamos, entramos en comunión con Dios y eso es conocerlo. El apóstol Juan es claro cuando dice: “quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Nos quiere decir que hay que tener una experiencia del amor para saber quien es el Señor. ¿No es cierto que cuando amamos y somos amados, consideramos que no hay experiencia mejor?. Pero el amor es un modo de ser; nadie ama a Dios si no ama al prójimo, el mismo apóstol Juan nos vuelve a hablar: “en esto hemos conocido el amor, en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Esta es la forma infalible de saber si conocemos a Jesús el Señor, no el hombre de la historia que anduvo en Galilea, sino al Salvador y Señor de la humanidad, a quien debemos adorar y rendir todo honor y Gloria.
El egoísmo que se muestra en nuestras vidas implica un desconocimiento absoluto de la persona de Jesús, no conocemos su obra y no tenemos una comunión personal con El, estamos aislados y ensimismados, como los anacoretas del III siglo, que creían que apartándose del mundanal ruido, podían tener una mejor comunión con Dios, negando de esta forma lo mejor de Dios, que es dar. “Porque de tal manera Dios amó al mundo, que dio a su hijo unigénito”. La vida es comunicación y eso es conocerse, dijimos algún tiempo atrás que la venida del Salvador al mundo es el grito de Dios, donde nos comunica a raudales su amor. Si nosotros proclamamos conocer a Jesús, debemos estar dispuestos hasta dar nuestras vidas por El, o por nuestros hermanos, debemos ser capaces de crucificar al Yo, y reemplazarlo por el Tú, la comunicación debe aumentar, es decir la capacidad de dar, yo doy, tu das, el da, nosotros damos, y que ocurre si todos conjugamos de esta forma el verbo, que todos recibimos, esto es comunicación, lo contrario del aislamiento y ostracismo en que se debate esta humanidad. Si decimos conocer a Jesús hay que mostrarlo, y esta es la forma concreta de hacerlo, lo demás es teoría y buenas intenciones.
Conclusión y llamado.
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